domingo, 28 de agosto de 2016

De lo que está hecho el dolor: Tempestad de Tatiana Huezo

Por Camilo Villamizar Plazas

El gesto estético fundamental en la obra de la salvadoreña Tatiana Huezo es la disyunción. Imagen y sonido, testimonio y acción, pasado y presente, memoria y materia. Sus dos excepcionales largometrajes documentales titulados El lugar más pequeño (2011) y Tempestad (2016) están llenos de estos contrapuntos y sustentan en ellos dos complejas construcciones cinematográficas que han sabido respectivamente dar cuenta con profunda sensibilidad del fin de la guerra civil en El Salvador y de la violencia del México contemporáneo. Se trata de un díptico sobre como los seres humanos experimentan tiempos de singular violencia y de cómo los sobreviven. 


Hay en el cine de Huezo una patente consciencia de la plasticidad del dispositivo audiovisual, de su maleabilidad. En ambas películas la directora parte de ésta para embarcarse en la deconstrucción de una realidad social y humana que primero reduce a sus partes esenciales: la materialidad física y sonora de sus personajes y la topografía que los rodea. Es por eso que en sus dos películas cada plano parece ser una unidad compacta, completa y llena de un sentido que se revela como inmanente a cada imagen. Huezo pareciera creer que la única representación a la que puede acceder el cine es aquella que se expresa a través de la materialidad del mundo. Allí radica su atención al detalle, al rostro, a las texturas y al espacio: todas ellas evidencias materiales de la experiencia de sus personajes, de su dolor.