(Articulo realizado en el marco del IX Taller de Crítica y Periodismo Cinematográfico - Encuentros Cartagena 2015)
Por Andrés Jiménez Suarez
La madre de Eric, un niño de 11 años, decide irse indefinidamente de la ciudad y por eso debe dejarlo al cuidado del padre, un ebanista con el que el niño apenas parece haber tenido un contacto esporádico. Debido a encontrarse en período de vacaciones escolares de fin de año, el niño debe acompañar frecuentemente a su padre a trabajar en la casa de una familia adinerada. Eric no puede evitar desear vivir en condiciones similares a las de ellos y la incapacidad de su padre para cumplir sus expectativas, genera que la relación con él se vuelva aún más difícil.
Por Andrés Jiménez Suarez
Como todo el mundo (2007) y Rodri (2012) de Franco Lolli, son dos cortometrajes que ahora pueden ser observados por muchos como antesala a su ópera prima Gente de bien (2014), Esto demuestra como este director, incluso desde la realización de dichas obras durante su formación en la escuela La Fémis (Francia), parece proponer una mirada sobre el cine que parece novedosa dentro de la habitual producción nacional.
La madre de Eric, un niño de 11 años, decide irse indefinidamente de la ciudad y por eso debe dejarlo al cuidado del padre, un ebanista con el que el niño apenas parece haber tenido un contacto esporádico. Debido a encontrarse en período de vacaciones escolares de fin de año, el niño debe acompañar frecuentemente a su padre a trabajar en la casa de una familia adinerada. Eric no puede evitar desear vivir en condiciones similares a las de ellos y la incapacidad de su padre para cumplir sus expectativas, genera que la relación con él se vuelva aún más difícil.
Lolli
es un director interesado en los dramas familiares y si bien es cierto que en
el largometraje retoma algunas situaciones ya desarrolladas en sus
cortometrajes, aquí éstas forman parte de un discurso más amplio acerca de los
problemas de clase en la sociedad bogotana y nutren la construcción de ese
universo que él parece haber recreado para sus películas. Y aquí aparece la
palabra recreación porque el
acercamiento naturalista a esta historia podría recordar el estilo de
realización tan cercano al realismo de los hermanos Dardenne. El contexto en que
ocurre esta historia es construido con mucho detalle, al punto de que logra ser
un retrato bastante acertado de ciertos sectores de Bogotá (La Candelaria, San
Cristóbal Sur y Teusaquillo, barrios tan familiares para la mayoría de los
locales), y la idiosincrasia citadina contemporánea, sin otorgarles mayor o
menor valor que el que puedan tener.
La
narración audiovisual se caracteriza por una cámara en mano que observa
insistentemente a los personajes actuando dentro de contextos precisos, lo que
no significa que desaproveche la oportunidad de utilizar una planimetría de découpage que es explotada por un
montaje dinámico.
La
dirección de actores es tal vez el mayor logro de esta película, pues los
diálogos de sus personajes no son siempre elementos estrictamente informativos
ni parecen tener una estructura rígida, sino que parecen obedecer a una
interpretación muy espontánea, que aprovecha las repeticiones, el uso
ingenuamente retador de las malas palabras o el mutismo de los niños cuando son
confrontados por los adultos, para construir los personajes de los hijos con
los matices propios de la pre-adolescencia o la necesidad de los padres por querer
controlar lo que ocurre con ellos.
Son
dos los personajes que parecen cargar con el mayor peso del discurso de este
guion: Eric cree ingenuamente que los divertimentos y las posibilidades
materiales que otorga el dinero aseguran la felicidad; mientras que María
Isabel, la dueña de la casa (papel interpretado con gran precisión y sobriedad por
Alejandra Borrero), alimenta esta ilusión, compartiendo un poco de lo que tiene
con Gabriel y su hijo, sin darse cuenta de que no es esto lo que necesitan para
recomponer su relación. En ellos se encuentra una posición del autor que en
lugar de dejar respuestas, plantea preguntas de orden ético, político y social.
Esta
película se interesa por observar atentamente el comportamiento de sus personajes
y es por esto que también logra capturar momentos que resultan graciosos y
divertidos por lo auténticos que son, tal es el caso del baile de Eric con su
padre en el patio del inquilinato o el brevísimo y antipático apretón de manos
entre los dos niños cuando María Isabel les ordena reconciliarse después de una
pelea infantil. Son momentos de distensión que se ubican a lo largo de toda la
película y que hacen ver desde la dirección un gran interés por lo que pueda
suceder con el público.
Con
Gente de bien se instala una nueva
operación formal que puede conjugar sin paternalismos la cultura popular (en un
sentido de lo coloquial) y una dramaturgia que se adhiere a una tradición de
historias mínimas. El tiempo dramático de la película comprende las vacaciones
de final de año durante la celebración de las fiestas navideñas (lo cual hace
énfasis en las carencias afectivas e inestabilidad de las relaciones familiares
descritas) y sin embargo, aquí no hay ningún tipo de exotización de las costumbres
correspondientes. Lolli parece regresar con
esta película a su pasado, esa verdadera patria que Rilke descubrió en la infancia
de todos los hombres. Y esta intención provoca que su acercamiento a este
universo sea profundamente conmovedor.
Esta
nueva mirada se presenta como una gran posibilidad para recuperar el interés de
los espectadores colombianos por su cine, un cine que sea capaz de
(re)presentar con dignidad y autenticidad la belleza de lo cotidiano, las novenas,
los viajes familiares hacia pueblos aledaños, las mascotas familiares y todo lo
demás que sirva para contar una buena historia.
Trailer de la película:
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