(Articulo realizado en el marco del IX Taller de Crítica y Periodismo Cinematográfico - Encuentros Cartagena 2015)
Por Andrés Jiménez Suarez
Sería bueno pensar
que una película que pone en discusión una vez más el tema de la violencia que
ha vivido nuestro país y las condiciones de vida que algunos de los actores
armados han debido enfrentar durante más de medio siglo sea la encargada de
inaugurar el evento cinematográfico más importante de nuestro país. Y ahora más
que nunca, cuando por fin parece posible una etapa de postconflicto surgida de
los diálogos de paz entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias
Colombianas (FARC) y cuando es necesario un proceso de rigurosa revisión social
para iniciar adecuadamente los procesos de reparación y reinserción.
Alias María, coproducción entre Colombia, Argentina y Francia dirigida por José Luis Rugeles, es una película que habla sobre la humanidad en tiempos de guerra. Relata la historia de María, una adolescente miembro de la guerrilla, que debe llevar al hijo recién nacido de su comandante a un lugar seguro, enfrentándose de esta manera a su propio embarazo y las dudas que éste le generan, ya que de no mantenerlo en secreto sería obligada por la organización a abortar.
La maternidad es un
motivo que aparece constantemente en la película y se manifiesta como símbolo
de la humanidad, que al final es la esencia de esta obra. La maternidad como la
condición máxima que podría relacionarse con el cuidado de la vida ante
cualquier circunstancia y que aquí se ve personificada incluso por un personaje
masculino: Byron, un compañero de María, que conoce tareas tradicionalmente
femeninas, como lo es cambiar los pañales de un bebé, y que además se empeña en
cuidar e instruir correctamente a Yuldor, un niño de 12 años que no conoce de
forma íntegra las tareas del combate.
A diferencia del
grupo armado al que pertenecen (una guerrilla) y a las AUC (cuya identidad sí
se expresa con total claridad), estos dos personajes parecen creer todavía en
la vida y se rehúsan a percibirla como un valor desechable. Además, María y
Yuldor, apenas preadolescentes, se caracterizan por ser personajes que han sido
forzados por las circunstancias a crecer de forma precipitada mientras observan
cómo su infancia se aleja sin darles oportunidad.
Son no-actores los
protagonistas de la línea narrativa que guía esta película y el director ha
sabido conseguir que este hecho le otorgue a la historia un gran efecto de
realismo y crudeza por sus interpretaciones, aunque en ciertas ocasiones de
gran carga dramática, no logren estar a la altura.
El film se
concentra en seguir una gran travesía en medio de la selva y por ello, desde la
dirección de fotografía, predominan extensos planos-secuencia y el
aprovechamiento de la luz natural, la cual en algunas escenas adquiere un matiz
bastante expresivo al iluminar con gran intensidad los breves momentos en que
los instintos maternales de María la obligan a actuar de forma diferente.
Asimismo, el diseño sonoro se propone describir con gran detalle la atmósfera
que rodea a estos personajes, prestando atención a la más mínima expresión de
vida natural, siempre presente aun cuando sea de una manera tan sutil. Byron, Mauricio,
Yuldor y María marchan en casi completo silencio, como si se encontraran
sumidos en soledad, lo cual hace gran énfasis en la paulatina extinción de su
capacidad de relacionarse con los demás.
Pero, a pesar de
las virtudes que pueda comprender este acercamiento a la guerra desde los
menores que son obligados a formar parte del conflicto, no debe dejar de ser
mencionado que en el mapa trazado de éste hacen falta piezas: hay un actor que
es apenas esbozado a través de apariciones apenas audibles para los
espectadores, que es el ejército nacional y cuya acción en esta película está
totalmente ausente; el conflicto pareciera desarrollarse únicamente entre
(unos) guerrilleros y paramilitares. Además éstos aparecen siempre como parte
de una naturaleza hostil, totalmente inhumanizados e insensibles frente a
la tragedia que es la muerte.
Ha sido un gran
gesto el hecho de que una película como esta, que nos permite ver la esperanza
en medio del horror, inaugure el FICCI 55 y no nos haga dejar de lado
el contexto político y social en el que nos encontramos. Pero tampoco olvidemos
que ese tema, del que parece destinado a hablar nuestro cine para siempre, ha
sido, es y será mucho más complejo; pero no por eso debemos renunciar a la
esperanza de que, en el futuro, este arte pueda dar verdadera cuenta de dicha
complejidad.
Trailer:
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