viernes, 21 de agosto de 2015

Antes del Fuego: ¿La memoria como instrumento?

Por Camilo Villamizar Plazas*

En su reseña del El abrazo de la serpiente en el periódico El mundo, Jerónimo Atehortúa hablaba de algo que instantáneamente me cuestionó cuando se refirió a “la boyante industria de la memoria”. Siendo consciente de que la memoria es uno de los grandes tópicos que en este momento ocupan al país, no me había detenido hasta el momento a pensar en la posibilidad de que, en medio de la coyuntura, la memoria pudiera convertirse en un bien de consumo, elaborado en masa para ser vendido a una sociedad lo suficientemente ávida de él como para no detenerse a decantarlo. Me surge entonces la pregunta: ¿cómo podemos en el cine, conjunción paradigmática de arte e industria, diferenciar entre aquellos textos que se preguntan honestamente por la memoria y aquellos que se aprovechan de su gran demanda?


Antes del fuego narra la historia ficticia de dos periodistas que tratan de descubrir una conspiración que desembocará en la toma al palacio de justicia el 6 de noviembre de 1985. Se trata de la crónica de una muerte anunciada en la medida en que, pese a estar construida sobre los códigos del thriller, el interés del espectador no radica en querer saber que va a pasar, sino en averiguar como la investigación de los protagonistas se intersectará con la tragedia. Desde su inicio la película utiliza el archivo videográfico (imágenes que tras la repetición constante ya están grabadas en la memoria nacional y son instantáneamente reconocibles) para remarcar, a modo de premonición, cual será el desenlace de la historia. Dichas imágenes aparecen muchas veces a lo largo de la película, y sirven como sustitutos en la narración del clímax que nunca se ve.

Sin embargo, el uso que la película hace del material de archivo nunca supera lo meramente enunciativo, nunca deja de ser un elemento narrativo. El documento audiovisual en Antes del fuego es mezclado con fragmentos de la película, evidentemente alterados para parecer de archivo, equiparando de este modo la imagen del acontecimiento histórico con su reconstrucción ficticia, como si la única diferencia entre lo uno y lo otro fuera el puro formato, el look. Pareciera ser que la razón de la presencia de dichas imágenes responde más a un fetiche con el archivo, que a un genuino interés por explorar sus implicaciones y posibilidades.

Laura Mora, directora de Antes del fuego, viene de dirigir Escobar: El patrón del mal, un programa insignia en lo que de unos años para acá ha sido el surgimiento de un cierto formato en la televisión colombiana: el seriado diario. En muchos casos estas series han tratado de darle un toque cinematográfico a la gramática televisiva (Carlos Moreno, director de Perro come perro, codirigió con Mora la serie), manteniendo sin embargo un estricto sentido narrativo y limitando al mínimo cualquier exploración formal que pueda incomodar al espectador televisivo tradicional. Ese es, justamente, el código estético en el que parece ubicarse Antes del fuego. Estéticamente parecida a dichas series, la película se siente en algunos momentos como un telefilme llevado a las salas de cine. Dicha sensación se ve reforzada por el hecho de que su elenco, liderado por Luis Fernando Hoyos y Mónica Lopera, proviene en su mayoría del star system televisivo. 


La película es juiciosa en su reconstrucción de la época y está bien investigada, procurando además que cada dato sea expuesto con la mayor claridad y eficiencia posible al espectador, aún si ello tiene como consecuencia unas grandes cantidades de diálogo. En esto parece evidenciarse un propósito didáctico para nada desdeñable: contar los hechos y desmenuzarlos para luego hilarlos y otorgarles un sentido a través de la narración, de modo que sean más comprensibles y digeribles para el público. La película retrata el periodismo investigativo con el mismo idealismo con el que Alan Pakula lo hacía en 1976 en All the President’s Men; en ambos casos una pareja de periodistas cotejan archivos, entrevistan testigos y sortean las oscuras aguas de la burocracia en busca de registros y expedientes, todo con tal de descubrir una verdad objetiva: los hechos. Esa misma premisa es transversal a la manera en que Antes del fuego se posiciona frente al acontecimiento histórico. Su fe en los hechos como verdad objetiva de lo ocurrido limitan su discurso a la enunciación. 

Esto tiene como consecuencia que sea un película en su mayor parte acrítica, políticamente tibia (cierto discurso pronunciado por un mayor del ejército es, al menos, una reivindicación del papel de la fuerzas armadas) y temerosa de entrar en debates de fondo sobre temas como la lucha armada del M-19, los intereses del narcotráfico, las tensiones políticas detrás del evento y la relación entre las fuerzas armadas y el proceso de paz iniciado por Belisario Betancur. Todos estos temas son enunciados en la película sin posicionamiento alguno, y en el único caso en el cual se hacen preguntas que aún hoy son incomodas al respecto, la película corta la discusión y la reemplaza con una escena de sexo.

La representación del sexo entre Arturo y Milena, los protagonistas, es otro eje problemático en la película. En la escena de su primer encuentro sexual el personaje masculino parece forzarse sexualmente sobre el femenino. Si esto es realmente así o si el problema es que la escena está torpemente filmada no es seguro, pero el sexo casi siempre se ejerce en un solo sentido entre ambos personajes. Hay unas relaciones de poder muy claras que están atravesadas por el sexo en toda la película, y en las cuales Milena es siempre un personaje subalterno y erotizado. Este retrato del personaje femenino sorprende aún más sabiendo que es una mujer la que está detrás de la cámara.


Vuelvo entonces a mi pregunta del principio, pero reformulada de manera que se pueda aplicar a Antes del fuego: ¿cómo podemos diferenciar entre aquellas películas en las cuales se indaga por la memoria histórica, su naturaleza y su complejidad, y aquellas en las cuales ésta se instrumentaliza y explota con fines comerciales? ¿hasta que punto el acontecimiento histórico se convierte en un McGuffin[1] que hace que la acción del thriller avance? ¿está el género al servicio de la Historia o viceversa? 

Creo que las respuestas a esas preguntas yacen en el propio texto audiovisual de la película y una comparación puede ayudar a hacerlas más evidentes. La historia del baúl rosado (2005) de Libia Stella Gómez, sirve como un interesante contracampo a Antes del fuego. Ambas películas se sitúan dentro de géneros muy específicos (el thriller en ambos casos y el cine negro en el caso de La historia del baúl rosado), ambas presentan el oficio del periodista en lugares centrales de su narración y ambas están ambientadas en el preludio a acontecimientos bisagra en la historia nacional (el asesinato de Gaitán y la toma del palacio).

Sin embargo, mientras que en Antes del fuego la toma del palacio está en el centro de la narración, en la película de Gómez el asesinato de Gaitán se representa lateralmente, refiriéndolo únicamente de forma tangencial pero muy viva. La historia del baúl rosado se concentra en interrogar el momento histórico en el cual precisamente tendría lugar el asesinato, en particular el papel que el periodismo (ya no como ejercicio de búsqueda de la verdad, sino como forjador de opinión y relatos sociales) ocupa a la hora de construir memoria. Y lo hace no únicamente desde la enunciación, sino que al introducir elementos anacrónicos en la película, rompiendo el contrato de verosimilitud con el espectador, Gómez cuestiona desde su propio tejido formal el papel que el cine tiene en la construcción de memoria histórica. No hay en esa película una explotación del acontecimiento y sin embargo la pregunta por lo histórico está en el centro de la película.

Antes del fuego es una película que se construye alrededor de la necesidad que ha dado lugar a esa “boyante industria de la memoria”, pero que, más allá de su función didáctica de enunciar y exponer los hechos, jamás se preocupa por criticar o problematizar lo que hacer esa memoria implica, cayendo en un acto de recordar por recordar, que es en ultimas una instrumentalización de la memoria.

[1] McGuffin es como se conoce a aquellos elementos que funcionan como motores que hacen avanzar la trama pero que carecen de importancia o sentido en sí mismos más allá de su propósito utilitario.


Tráiler de la película:


* Algunas ideas de este texto surgen en parte gracias a diversas conversaciones sostenidas con varias personas a lo largo de las ultimas dos semanas. A estas personas, gracias por plantar las semillas de este texto.

5 comentarios:

  1. Pues es que si las relaciones sexuales parecieran venir del personaje masculino es porque de repente esa es la idea del director. Por favor dejen de criticar las películas desde las perspectivas de los valores ideales y políticamente correctos que ustedes quieren resaltar. El cine no tiene porque ser Plaza Sesamo.

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    1. En ningún lugar niego que si las relaciones sexuales y de poder entre lo dos personajes son desequilibradas es por injerencia de la directora (sea esto por decisión o por defecto). Lo que cuestiono es la necesidad dramática de esa decisión y lo gratuita que resulta. Mi discusión, y mi crítica, tiene que ver con el papel que los personajes femeninos tienen en el cine colombiano, particularmente en esta cinta, no con el hecho de mostrar el sexo. Hay otra escena en la película, mucho más violenta sexualmente, con la que no tengo inconveniente por como se integra dentro de la narración como un todo. No se trata de corrección política, se trata de que el cine es un lugar de representación que no esta desprovisto de connotaciones políticas susceptibles de ser evaluadas.

      El cine efectivamente no tiene por que ser Plaza Sesamo, pero tampoco es un lugar de representación desprovisto de connotaciones políticas. No sea tan inocente.

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    2. Más allá del tedioso, pero necesario uso de los apuntes de genero para criticar una película, o más allá de los deseos de rastrear la sexualidad femenina en la sosa historia del cine local, lo cierto es que el encuentro sexual en esa película está tan mal planteado, como el resto de los elementos que componen ese largometraje.

      La aventura con la pasante es tan súbita que en vez de generar sorpresa, como es debido en un thriller, genera risa. El romance entre jefe y pasante no se elabora en lo más mínimo, cosa que no ha de sorprendernos puesto que en esa película nada parece estarlo. Es imposible que el público pueda tragarse lugares comunes como el de la pasante y el jefe, si los personajes no demuestran motivaciones para nada. Por un lado los actores no dejan de hablar con sentencias que por la entonación parecen contener el más elevado contenido filosófico, en un español sorprendentemente depurado de elementos coloquiales o vulgares. Por otro lado, no hay elementos narrativos que nos permitan establecer procesos como el duelo, o el miedo, o el enamoramiento (calentura, etc.)

      Esta entrada, ligeramente menos tibia que la película me sorprende. Esa película, debería junto con muchas otras T.V. películas, ir al olvido profundo… O no, ¡Mejor recordémosla con humor! Recordemos la escena en la que la pasante llega a la oficina después del asesinato; es difícil encontrar algo tan mal escrito y actuado.

      Ahí dejó el vinculo de una loa a ese ejercicio mal logrado, (ahí también comenté, como lo hago ahora, con desespero y sin premeditación, pero con un poco más de detalles).

      http://nacionaudiovisual.blogspot.com/2015/08/antes-del-fuego.html

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    3. Me alegra ver que se entabla un discusión.

      Respondiendo: Si con los apuntes de género se refiere a la comparación con La historia del baúl rosado, creo que tiene ademas que ver con una necesidad de poner la película en un contexto histórico dentro del cine colombiano. No todo el mundo piensa que la comparación es pertinente pero creo que, si bien no coinciden en lo obvio, si se diferencian justamente en lo que yo quería indagar, y es el interés por la memoria.

      El sexo en el cine colombiano parece ser un tema tan poco explorado, que cuando alguien lo intenta no hay forma de escapar a la torpeza. Usted asume que no hay mala intención en esa representación, solo incompetencia, lo cual es loable. Yo no puedo ser tan benévolo.

      ¿Le sorprende la existencia de la entrada o su tibieza? Creo que esta película merecía ser discutida por la manera en que pretende institucionalizar una versión de los hechos y un tratamiento de la memoria histórica. Ignorarla seria ser cómplice. Si usted la quiere satirizar, lo invito a hacerlo y pongo a su disposición este blog si quiere publicarlo.

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  2. Agradezco que se comente esta película. Es más que necesario para evitar que como el tema que pretende abordar (la Toma), quede impune.

    Como comenté brevemente en el blog de Pedro Adrián y como ya usted y otros comentaristas han anotado, esto no es más que un telefilm pobre, que poco o nada tiene que aportar, que hace un uso risible de la información y los diálogos (todos reiteran todo como si el espectador fuera idiota) y hace un lamentable uso de las imágenes de archivo donde se reiteran las perogrulladas que se dicen.
    Ahora le hacen bombo a esta señora Laura Mora en Revistas como Arcadia y por ningún lado en ese artículo se hace un comentario crítico a esta película. Lamentable.
    Habrá que ver que sucede con la adaptación al cine de La siempreviva. Preocupa de entrada que ese director Klych López también viene del mundo de la tv. Habrá que ver

    O.G

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