lunes, 17 de agosto de 2015

Conversaciones con directores de fotografía (1): David Gallego y "El abrazo de la serpiente"

Por Carlos Mario Mahecha Castañeda

La amplia carrera que ha construido el director de fotografía David Gallego ha adquirido especial notoriedad en la industria nacional e internacional luego de su trabajo en la dirección de fotografía de El abrazo de la serpiente (Ciro Guerra, 2015), que alcanzó las 11 semanas de exhibición en salas comerciales del país. Su experiencia abarca desde el videoclip hasta el largometraje, pasando por el formato corto, documental y con una muy variada formación académica desde Comunicación Social y Periodismo en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, hasta diversos talleres en guión, apreciación cinematográfica, fotografía fija y cinematográfica con maestros como el cubano Adriano Moreno, tomados aquí y en la EICTV, como el taller de Dirección de Fotografía impartido en dicha escuela. Por otro lado, un largo recorrido trabajando como asistente en Congo Films, concretaron sus conocimientos en cinematografía. 

Foto: Emanuel Rojas

Su segundo largometraje titulado Violencia, que estrenará en la segunda mitad del 2015, es dirigido por Jorge Forero quien a su vez produjo La tierra y la sombra (César Acevedo, 2015), recientemente laureada en Cannes, donde Gallego participó como operador de cámara.

El abrazo de la serpiente narra un Amazonas basado en textos del etnólogo alemán Theodor Koch-Grünberg y el biólogo estadounidense Richard Evans Schultes, también protagonistas de la película. El filme narra un encuentro entre occidente y la Amazonia colombiana, en varios de sus matices, por medio de Karamakate (chamán y último sobreviviente de su tribu) y aquellos extranjeros que en épocas distintas viven en esta selva buscando una planta mítica, mientras el primero busca lo que queda de su pueblo arrasado por la invasión occidental.

Un corolario casi inevitable ofrece aquí la oportunidad de conocer y reconocer el trabajo de Gallego en El abrazo de la serpiente, cuya cinematografía en blanco y negro actualiza las fotografías de los viajes de Schultes y, a través de un tratamiento de cámara limpio y cuidadoso, ofrece nuevas perspectivas en la producción de un retrato sobre el amazonas que tantas veces intenta ser evocado por el imaginario nacional aún cuando el desconocimiento de una región tan aislada, y muchas veces marginada, es generalizado. 

Ficha Técnica:

Cámara: Arricam LT
Película: Fuji Vivid 160 T y 500 T
Ópticas: Carl Zeiss Super Speed (High Speed) Mk III. 18mm, 25mm, 35mm, 50mm, 85mm; Zoom Cooke 25-250mm
Relación de Aspecto: 2.35:1 
Formato de Grabación: Súper 35 (Techniscope 3 perforaciones)
Procesos de Laboratorio: Bleach Bypass 100% sobre negativo. 
Formato de Proyección: DCP

Carlos Mahecha: Conociendo de antemano la ecléctica formación cinematográfica que tienes y pensando en el amazonas como ese espacio bien particular en la geografía y cultura colombianas, caldo de cultivo de, precisamente, numerosas producciones audiovisuales desde crónicas, reportajes y documentales, hasta colecciones fotográficas que complementan ese panorama del constructo amazónico ¿cómo crees que esto afecta la forma en que asumes la dirección de fotografía en El abrazo de la serpiente? Sobre todo cuando la tradición en cine de ficción no es tan prolífera. ¿Cómo dialoga la película y su fotografía con estos otros referentes sobre el Amazonas?

David Gallego: De literatura no tuve mucha influencia, ni de literatura que se ha hecho sobre la selva. Fue como empezar a entender la época en la que queríamos movernos. O sea, la película nos llevaba a una época y a una temporalidad que es cualquiera, pero hay unos personajes que pertenecen a un momento histórico. La búsqueda fue más a partir de estos personajes, de cómo fue su memoria registrada allí en sus fotografías y cómo fue a través de ellos que el mundo conoció la selva y a las tribus, a las comunidades, a sus formas de vivir y de relacionarse. Esa fue la memoria que nos trajeron o que se le trajo a occidente. Por un lado ese fue nuestro referente, que era en blanco y negro y Ciro tampoco quería convertirlo en algo actual. La utilización del color le daba protagonismo a la selva por encima de la historia y los personajes. El color iba a cubrir eso que queríamos rescatar. 

CM: Nos contabas que las fotografías y el registro que existe de ese momento histórico sirvieron de referentes. ¿Cómo fue eso?

DG: Hay unos libros. Uno que se llama el El Río de Wade Davis, donde rescata gran parte del material que hizo Richard Evan Schultes en su viaje de doce años por el Amazonas. Él era fotógrafo también, hacía registro visual y esas eran las fotografías que nos servían a nosotros de base. También el libro que hizo Theodor Koch-Grunberg que vino a principios de siglo a hacer investigación y fue el primer explorador que realizó una descripción de las costumbres indígenas de los pueblos que iba visitando. Trazó mapas, y ubicó comunidades sobre ese mapa, sobre esas rutas fluviales dentro de los varios recorridos que hizo desde Brasil, Venezuela y Colombia por diferentes ríos. Él también documentó visualmente y ese trabajo fotográfico fue nuestra base estética. 

Izq.: Fotografía de Theodor Koch-Grunberg, Der.: Fotografía promocional de El abrazo de la serpiente.












CM: ¿Cuáles son esas razones por las que se toma la decisión del blanco y negro?

DG: Ciro quería contar una selva “que ya no existe”. Una selva que ha sido devorada por la occidentalización de las culturas. Obviamente uno va y se puede encontrar la misma selva como se la encontraron estos exploradores, pero el impacto que se quería al final de la película era eso: un lugar al cuál ya no tenemos el acceso y que existía antes de que entrara toda la occidentalización a quitarle a las culturas la posibilidad de seguir viviendo como venían viviendo. También hay lecturas que la gente ha hecho del blanco y negro en la película y cada uno puede darle una explicación diferente.

CM: ¿Qué motiva el contraste que se ve al final de la película, en esta revelación que tiene Evans cuando todo aparece a color y empiezan a aparecer estas figuras abstractas? Se rompe por completo la estética que se venía manejando ¿cuál es el propósito allí? 

DG: Precisamente eso. Romperlo y potenciar una idea. La necesidad de un conocimiento que es imprescindible y la forma en que el indígena trasciende al mundo y conoce el mundo, que es a través de la misma naturaleza. Era generar un contraste. Era poder meter al espectador en un viaje, pero no en un viaje como se asume ahora el yagé. La gente está con una confusión de lo que significa eso. Realmente es un viaje al interior de uno mismo y conocerse a través de la naturaleza. Y por eso las formas que se plantean en esta última secuencia son como si las hubiera hecho un niño, como algo primario. No pretende ser un viaje de luces y juegos pirotécnicos, es volver al origen, al trazo innato que es lo que logran las plantas, y la medicina natural. A todo el mundo se le manifiesta diferente pero era recurrir a lo primario para contar eso: la esencia y la naturaleza del hombre para estas culturas.

CM: ¿En el tratamiento del color en esa escena tú tienes también injerencia?

DG: No, realmente el diseño lo hizo la diseñadora de producción (Angélica Perea) con Ciro. Eso fue un trabajo de ellos basados en investigaciones. La idea de esta secuencia la tenía Ciro en su cabeza y a mí siempre me costó entenderla antes de verla. Y pues obviamente a través de Angélica, que hizo todo el diseño de producción de la película, fue que discutieron el color y las formas. Yo estuve como dando mi opinión no más.

Ciro Guerra

CM: Tanto en el asunto del blanco y negro, como en todas las otras decisiones desde la preproducción hasta el etalonaje ¿también fueron conjuntas las decisiones? ¿Cómo es esa relación con Ciro? ¿Cómo toman las decisiones?

DG: Ciro la tenía pensada. Desde hace muchos años quería hacer la película en blanco y negro. Cuando yo leí el guión por primera vez -y trato de hacer eso siempre que leo un guion, no imaginar, no pensar en nada de la película, leer el texto y ver qué es lo que me encuentro- la película me empezó a botar puras imágenes en blanco y negro, por todos los referentes que ya existían de los libros que había leído. 

Ciro tiene muy clara la película en las sensaciones que quiere lograr de los personajes, del vestuario, de los espacios, del río, de cómo quiere sentir la selva, y qué profundidad quiere darle. Él trabaja mucho desde la sensación que quiere lograr, y Angélica y yo nos convertimos en un medio de interpretación de eso y de buscar a través de la técnica cómo lograr eso. Con Ciro también trabajamos en cómo entender la luz, entender el fuego y entender los espacios que queríamos representar y trabajar, era una discusión, de qué es lo que necesitan los personajes y qué es lo que necesita la historia. Al tomar decisiones, siempre obviamente la última palabra la tiene el director, uno no puede pasar por encima, porque para ir en una misma dirección hay que proponer y hay que negociar cosas, pero la cabeza es la cabeza del equipo y hay que seguirla. Yo le iba diciendo más o menos cómo estábamos trabajando las escenas para que él aprobara.

CM: Con Angélica particularmente, en todo lo que implica pasar de blanco y negro a color, ¿también había discusiones respecto a los tipos de colores que se iban a usar?

DG: Sí, con ella he trabajado en Violencia y en ésta, y hemos encontrado puntos de comunicación muy acertados para entender el proyecto que estamos haciendo. Para mí es vital y para ella también, que exista esa comunicación estrecha. Hay que entenderse en ese sentido porque los dos tenemos que caminar hacia el mismo lado y si ella o yo, si el director de arte y diseño de producción y el fotógrafo están pensando en cosas totalmente diferentes, la película no va a tener un balance y un equilibrio. Y con ella era entender eso, desde qué significa el fuego, de por qué usar fuego pesado en unas escenas y por qué usar antorchas o velas en otras. ¿Cuál es el significado? ¿Qué queríamos? El fuego es el desborde de los personajes, la llama, la hoguera. Las velas es algo más contenido, algo que está en progresión, algo que está llevando a los personajes en un camino. El fuego ya es la explosión. 

Con ella ese trabajo fue importante. Hablar y discutirlo y encontrarle la justificación a la luz, por ejemplo. También el trabajo de la diseñadora de vestuario fue importantísimo para entender las fibras con las que se estaba trabajando, los tintes que iba a usar para que el blanco y negro se sintiera diferente. Tú ves la película a color y los personajes parecen disfrazados completamente.


CM: ¿Cómo crees que se relacionan este y otros proyectos, tanto nacionales como internacionales, que están probando con el blanco y negro desde hace unos años? ¿Se puede hablar de una tendencia actual, un “renacimiento”, o nunca ha dejado de ser otra herramienta expresiva?

DG: Algo que siempre pensé es que antes de que existiera el color, el blanco y negro era una herramienta obligada. No existía el color, tocaba rodar en blanco y negro, obviamente se le iban haciendo mejoras al grano, a las emulsiones, al soporte de la emulsión, pero era lo que había. Hoy, a partir del color, el blanco y negro ya es una opción estética en donde te planteas ¿qué es lo que estás buscando con trabajar en blanco y negro? 

CM: Siendo el Amazonas una geografía compleja del país que supone sus propios riesgos e incomodidades, la posible hostilidad del ambiente contrasta también con un lenguaje de cámara e iluminación muy sobrio y delicado. Cuéntanos sobre las condiciones del rodaje. ¿Fueron sencillas o complejas? ¿Cuáles fueron los retos más complicados en términos climáticos, ambientales, sociales, políticos, etc.?

DG: Por su parte la producción estuvo muy acorde al lugar donde estábamos llegando. Producción procuró suplirnos todas las necesidades básicas: dormir bien, comer bien, transportarnos bien, dentro de las posibilidades que existen, porque uno no puede ir allá a generar un impacto tampoco. Creo que tuvimos absolutamente todo lo necesario para hacer la película como la podíamos hacer, con un equipo de gente muy entrenada, con una asistente de dirección con mucha experiencia.

CM: ¿Cómo afectaba concretamente el clima a la fotografía? ¿Qué predominaba: la narración y la forma sobre las condiciones de rodaje o, al contrario, las condiciones de rodaje determinaban algunas situaciones? ¿Cómo lidiaron con esto?

DG: Cuando fuimos a hacer scouting encontramos que la película necesitaba una densidad y una profundidad en la luz del lugar. La selva con sol se ve completamente diferente, se ve amplia, se ve luminosa, se ve alegre, genera felicidad. Pero la película necesitaba momentos de drama, y de que se sintiera profunda y densa, y que el río se sintirera bien negro, oscuro y casi impenetrable. Igual la selva, que fuera un bloque denso y que produjera no miedo, sino respeto. Y en el momento de ir a hacer la preproducción, vimos que lo más importante era tener un cielo nublado que nos permitiera sentir la selva con un peso encima. Obviamente lo que hicimos con el plan de rodaje fue acomodar escenas en que obviamente íbamos a tener sol, donde dramáticamente el sol se convirtiera en un aliado. "Si hace sol, vamos a hacer esta escena; si nos llueve, hacemos esta". Lo que yo hice fue entregarme a la selva y dejarme llevar por ella y pedirle permiso todos los días para que nos dejara hacer lo que necesitábamos hacer, pedirle a los abuelos que son todos los animales que habitan ahí, a las plantas, porque finalmente eso es muy poderoso y ellos se encargan de llevarlo a uno bien o mal y necesitábamos ir bien, entonces fuimos muy respetuosos con ese sentir de la selva para que nos ayudara a hacer todo el proceso. Yo no sé si sirvió o no. Creo que funcionó muchas veces pero se trataba era de eso, de respetar el espacio en el que estábamos rodando. Incluso hay una escena donde empieza a llover y la canoa está andando. No la esperábamos pero fue una sorpresa para todos y para la escena fue vital, se sintió poderosa. 

CM: La película maneja unos movimientos de cámara muy limpios, una estética muy sobria. No es una estética documental. ¿Por qué el contraste entre lo uno y lo otro? 

DG: Si bien nuestra base era documental, de toda la memoria que se había hecho en fotos, como se filmó la película, ya es un planteamiento muy claro del director y Ciro filma así, es su marca como director. Lo que hice yo fue entender ese proceso que él hacía y el planteamiento y empezar a proponer dentro de su esquema, dentro de esa formalidad estética de cámara y lograr enmarcar a los personajes en su espacio.


CM: ¿Y la selva les colaboraba con eso?

DG: Sí, a veces era muy difícil encontrar los planos. Era un proceso de tiempo de encontrar el lente adecuado para el plano. Creo que hubo un trabajo muy importante con ese juego de lentes -el jugar con los lentes- la dimensión que le da a los personajes dentro del espacio, pegarlos o alejarlos o darles un volumen. Incluso creamos a través de la óptica espacios que no existen, le dimos dimensiones a espacios que si tú te paras y estás ahí, lo ves de una sola forma pero a través de la óptica y la distancia, generamos espacios con más dimensiones.

CM: ¿Algún ejemplo particular?

DG: Sí, la secuencia cuando suben la roca con la canoa. Eso realmente es una piedra de 3 metros y la filmamos de cierta forma que parece un espacio casi de 15 metros, pero fue eso, donde pongas la cámara y uses la óptica generas una distancia y una dimensión diferente. Eso, muchos espacios se falsearon. Un plano se hizo acá y un contraplano se hizo cuatro días después en otro lado, respetando las ópticas. Era como acompañar esa forma de filmar de Ciro y esa estética formal. Porque si bien la imagen y la textura y el blanco y negro quería acercarse a una memoria documental, la película es ficción. 

CM: ¿Cuáles fueron esos elementos fundamentales sin los cuales no hubieras obtenido el mismo resultado o que recomendarías como “obligatorios” para cualquier rodaje allá?

DG: El equipo humano que me acompañó. Eso fue lo más valioso. Lo técnico es una herramienta que tú puedes acomodar y justificar como quieras, pero si no estás con las personas adecuadas se te puede convertir en un infierno el proceso y más en unas condiciones tan difíciles. Si no cuentas con las personas que entienden la película que estás haciendo, con las dificultades, y alejarlos de sus familias durante siete semanas y con un compromiso humano y profesional muy grande, puedes estar equivocado y naufragar. 

CM: ¿Cuántas personas componían el equipo?

DG: Lo componían la mayoría del tiempo un primero de cámara, segundo de cámara, steadycam, tercero de cámara -loader-, gaffer, luminotécnico y eléctrico. 

CM: ¿Qué tipos de pruebas se hicieron en laboratorio, con cámara, etc. para encontrar lo que mejor le servía a la película?

DG: Yo hice cuatro pruebas de laboratorio, de revelado. Nosotros estábamos buscando tener grano en la película y textura y poca definición para lograr acercarnos a una época, lograr contar la selva desde lo que nunca logramos conocer de ella en su momento cuando los exploradores llegaron a visitarla. Hicimos varios procesos de revelado, entre esos pull, push, con sub y sobreexposición. Hicimos bleach bypass al 100% sobre el negativo y finalmente ese fue el proceso de laboratorio que nos acercó al blanco y negro que estábamos buscando. Queríamos que no se sintiera que la película venía tanto del color. Al hacer el paso del color a blanco y negro, como las películas tienen una gama tan alta, hay muchos pasos intermedios de grises, queríamos eliminar esos pasos intermedios para poder acercarnos a la película a blanco y negro, porque ésta es finalmente mucho más contrastada. ¿Esto qué hacía? nos hacía los blancos bastante arriesgados porque perdía capacidad la película de reaccionar en las altas luces, porque cortábamos su acción y en las bajas también. Hay varias formas de hacer el bleach bypass: lo puedes hacer en negativo, lo puedes hacer en interpositivo o en internegativo. Al hacer el proceso en el negativo directamente, se comprometían las altas. Si lo hacíamos sobre el positivo se hubieran comprometido las bajas, entonces decidimos tomar el riesgo, fue una decisión de equipo. Tuvimos respaldo de la producción para hacer todas estas pruebas porque finalmente estábamos buscando algo muy concreto. No podía ser cualquier cosa. 


CM: ¿En qué condiciones se hicieron las pruebas de cámara?

DG: Hicimos pruebas acá en Bogotá en un humedal. Aprovechamos que venían también los actores a hacer prueba de vestuario e hicimos pruebas de vestuario, pruebas de maquillaje, pruebas de accesorios, incluso hicimos pruebas con digital, con Arri Alexa, porque no podíamos desconocer el crecimiento de la tecnología y ver qué nos podía ofrecer para lo que estábamos buscando. Pero finalmente nos decidimos por el 35mm.

CM: ¿Por qué? ¿Qué ofreció en este caso el fílmico que no diera el digital?

DG: Precisamente la textura. Cuando vimos estos personajes ya en un espacio de naturaleza con su atuendo y sus accesorios nativos, vimos que el digital nos generaba una barrera temporal. Todas nuestras referencias eran las fotografías de estos exploradores. Todo ese material de archivo. Y finalmente era como había sido concebida la imagen y el encuentro de ese momento: en fotoquímico. Y el digital nos distanciaba de esa sensación.

CM: Buena parte de la película está grabada bajo selva espesa. ¿Cuánto tiempo de luz tenían? ¿Qué tanto tenías que aumentar la sensibilidad de la película y en qué condiciones?

DG: La selva es muy densa. Yo había hecho Violencia antes y la hice con Red Epic, Red Scarlet y Red One MX. Tenía susto porque estaba llegando a ISO 1280 a las 5 de la tarde, con apertura de 2, 2 y medio de diafragma y me dije "¡miércoles!, ¿yo cómo voy a hacer esta película en la selva con un máximo ASA en 500?"... que realmente no era 500. 

CM: ¿Cómo es eso?

DG: Sí, la película 500 estaba vencida, entonces la gama estaba afectada. Realmente para que diera su nominal tenía que exponerla a 320, incluso a 250. La selva en el Amazonas es igual de densa y me fui subexponiendo casi un stop y medio. Pero cuando tienes material negativo tienes posibilidades de rescatar esa información, entonces en algunos momentos yo subexponía en otros momentos sobreexponía, dependiendo. Eso a veces afectaba el grano pero me ayudaba a contener las altas y las bajas. Entonces dependiendo de la densidad de la luz, hacía esas variaciones pequeñas de medio stop

CM: ¿Usaron iluminación artificial en la selva?

DG: En las noches usamos luces para respaldar el fuego porque el fuego por sí solo no nos daba lo que necesitábamos. Si bien teníamos una óptica high speed que abría a 1.4, el fuego se comportaba muy bajito. Hubo momentos en los que sí me fui subexpuesto casi 2 stops y fueron riesgos así muy fuertes. Diseñamos unas luces también. El gaffer se encargó de armarlas. Fueron unas luces pequeñitas para respaldar los fuegos con bombillos, las difuminamos y las filtramos para respaldar todos los fuegos. En la escena del comedor donde hay tanta vela usamos como 20 cajas que hicimos. 

CM: Durante las escenas de noche ¿había un andamiaje de grip importante que fuera fundamental o era más bien sencillo?

DG: Hubo un montaje que tomó tiempo, que fue poner un globo de 1.2 Kw para simular una luna, pero que se sintiera muy suave, que no se revelara la fuente. Hubo otro para la luz que pasa cuando pasa el cometa, que Giovanny y los chicos de luces hicieron un boom light para hacer el movimiento, y montamos unas tramas de árboles para hacer que la luz se moviera y se generaran las sombras como si estuviera pasando el cometa. 

Foto:  Emanuel Rojas

CM: Y en el día era más, me imagino, rebotes...

DG: Claro, sí. Puro papillon, luz natural, plan de rebotes... espejos. Volviendo siempre a los inicios de la fotografía porque es que no se podía iluminar de otra forma y no necesitábamos iluminar de otra forma y no quería iluminar de otra forma. Ahí aprovechamos la luz, lo que tuviéramos. 

CM: ¿Había algún tipo de reglas en la propuesta que trataran de sostenerse sin violaciones a lo largo del rodaje? Lentes específicos, aperturas de diafragma, ángulo de obturación, movimientos de cámara, etc.

DG: En cuanto el diafragma era todo abierto en las noches. Abierto entre 1.4 y 2. Siempre trataba de estar en 2 pero hubo un momento en que me tocó forzarlo y abrir hasta 1.4

CM: ¿Cuál era la idea del 2?

DG: Es porque los lentes en su diafragma más abierto tienen más aberraciones. Era tratar un poco corregir esas aberraciones aunque buscaba tenerlas, precisamente para impregnarle a la película esa época y esa sensación de tiempo. Porque ahora todas las ópticas son bastante definidas, son duras... no todas, pero han ido mejorándolas para corregir esas cosas. A mí sí me interesaba tener halos, que se sintiera la luz que en algún momento entraba, un halo que viniera de una vela. No ser tan prolijo en esa estética. Y esas características de los lentes viejos son importantes. Conocerlas y saber cuándo se pueden usar. Si uno quiere quitárselas pues empieza a trabajarlas en un 4, en un 5.6. En el día obviamente estábamos entre 4, 5.6, a veces 8 pero en el día sí trataba de estar sí muy entre 4 y medio y 5.6. 

CM: Finalmente, ¿te abrazó la serpiente?

DG: Es una interpretación tan grande. Pero sí, del rodaje salí con muchas cosas para cuestionar. Creo que a todos nos generó un cambio... o particularmente a mí sí me generó un cambio frente a mí mismo y también de un desconocimiento de muchas cosas mías. La selva sí le muestra a uno quién es o por dónde va en la vida. Entonces sí, si eso es abrazar, creo que sí.


Tráiler de la película:

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