domingo, 6 de marzo de 2016

Aislamiento, deterioro y desapego: Sobre Paralela de Heider Vargas

Por Camilo Villamizar Plazas 

Esta es una reseña de Paralela, cortometraje documental realizado por Heider Vargas, estudiante de Comunicación Audiovisual y Multimedial de la Universidad de Antioquia (programa de pregrado del que han surgido otros importantes cortometrajes documentales como Mu Drua y El canto de la sibila), y que ha sido seleccionado en varios festivales de la talla de DocBarcelona+Medellín, la MIDBO, el Festival Equinoxio y que participa actualmente en la categoría de nuevos creadores del FICCI 56. 


“Los lugares donde transcurrió nuestra infancia se fueron desgastando, así como sucedió con nosotros”. Estas palabras hacen parte de Paralela, un documental que narra al mismo tiempo una historia del barrio “La paralela” de Medellín y las historias paralelas de dos hermanos, su relación y la infranqueable separación que se posa entre ellos. En él, Heider Vargas, director del documental, asume la primera persona como lugar de enunciación para mostrar, en tres actos o segmentos bien definidos temática y estéticamente, a su hermano, a su barrio y a sí mismo. 

En el primer segmento, titulado Aislamiento, Vargas se concentra en su propio hermano, un joven que ha sido amenazado de muerte y que es para el propio director casi un desconocido. Para tal fin se hace uso de la descripción como agente narrativo, revelando al espectador a través de los detalles de una habitación vacía al hermano, quien permanece siempre por fuera de los limites de la imagen. Vargas hace su retrato a través de un fuera de campo que lo insinúa paulatinamente hasta llegar al punto de ser sumamente reconocible por el espectador, aunque sea solo a través de su habitación oscura, tan solo iluminada por un televisor titilante, única ventana al mundo exterior. 

Las imágenes oscuras y ruidosas de los objetos del hermano y las dos voces que intercambian ideas sobre el dinero, Dios, los amigos o la infancia, dan cuenta de una relación fraterna mediada por la extrañeza. La muerte se convierte en detonante de la revisión de lo pasado y el documental se transforma entonces en un momento de intercambio, de reconocimiento del director/narrador de su hermano como un hombre resquebrajado que ha renunciado a cualquier ideal, un hombre solo contra el mundo en una lucha por la supervivencia. 

El segundo segmento, llamado Deterioro, continua por la vía de estas ideas, enfocándose particularmente en la infancia y sus espacios. Por medio de imágenes de un monocromo inmodulado, casi binario, que va de blancos encandilados a negros inescrutables, Vargas construye una serie de tableaus vivants de la infancia que se muestran y suenan como fantasmagorías cargadas de algo dulce y algo perverso, como lo está toda niñez. Estas imágenes del presente se sustraen del tiempo por medio de la mirada de su autor y son capaces de albergar en ellas el pasado, el presente y el futuro solapados. Con ellas la película parece poner en duda la existencia de una infancia idílica y se pone sobre la mesa la idea de que, si llegó a existir, su recuerdo no solo no es algo deseable sino que es un espejismo detrás del cual se esconde toda la atrocidad del barrio y su violencia. 


Es difícil no ver en esas imágenes de niños escalando arboles o elevando cometa a los dos hermanos en su infancia, pero, como no podemos dejar de ver lo que ya hemos visto, también es casi imposible no ver en ellas la destrucción, la soledad y la muerte en potencia aguardando a la vuelta de cada esquina del barrio “La paralela”. La infancia es por lo tanto un mundo que se muestra en constante deterioro físico y espiritual, un lugar en el tiempo (el espacio está aquí amarrado al tiempo) en el que comienza la vida y desde donde empieza lentamente a bifurcarse, separando lo que antes estaba unido y alejando lo que antes era cercano. 

La tercera parte, que recibe el nombre de Desapego, es la decantación de lo ya visto. Vargas, de viva voz (aunque esté escrita) y sin sutilezas, da cuenta de su extrañamiento con el barrio, entendiéndolo ya no como espacio geográfico sino como ese primer entorno en el que interactúan lo personal, lo familiar y lo comunitario. Las imágenes lejanas del barrio, impersonales, refuerzan la presencia del punto de vista del protagonista inaccesible del documental: su director. 

Su distancia con la vida que representa el hermano, su decisión de renunciar a la infancia como forma del paraíso perdido y su desprecio por la violencia de la periferia de Medellín configuran un discurso sobre la realidad que hace de Paralela una incomoda y triste reflexión en la que somos participes, a través de una sensibilidad extrema que no hace concesiones, de una mirada que solo se hace visible a través del contraste con lo que lo rodea, como la silueta humana cuyo contorno es dibujado por los foquitos de la ciudad nocturna, como en el último plano de la película.


Ver tráiler del cortometraje que se presenta en la sección Nuevos creadores del FICCI 56: 

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