domingo, 20 de marzo de 2016

El cuerpo bajo sospecha: miradas humanas a la enfermedad

Por Camilo Villamizar Plazas

El 9 de septiembre de 2015 se estrenó en la Fundación Gilberto Alzate Avendaño (FUGA), en Bogotá, la instalación El cuerpo bajo sospecha, que hace parte del proyecto de documental transmediático titulado Paciente, dirigido por Jorge Caballero -Bagatela (2008), Nacer (2013)-. La instalación, que se expuso en la FUGA durante todo septiembre, consiste en 9 cortometrajes dirigidos por 10 documentalistas colombianos acerca de 9 pacientes y sus experiencias con el sistema de salud colombiano. Los directores participantes fueron: Andrea Said, Luis Ospina, Ana María Salas, Manuel Ruiz Montealegre, Héctor Ulloque, Patricia Ayala, Oscar Campo, Luisa Sossa, Juan Pablo Ríos y Simón Hernández.


Al ver proyecto es evidente que Caballero, coordinador de la instalación, puso a disposición de los documentalistas una serie de entrevistas y materiales capturados por él. En los nueve cortometrajes este material es utilizado con distinta frecuencia, prefiriendo algunos recurrir a materiales de archivo personales o a registros documentales enteramente nuevos. Este dato es sin embargo relevante, pues revela dos rasgos estéticos importantes de esta instalación. Por un lado, las imágenes que son comunes a la mayoría de los documentales están marcadas por la mirada que, desde Bagatela, Jorge Caballero ha ido desarrollando en torno a las instituciones. Dicha mirada es ineludible cada vez que aparece. Y sin embargo, por la otra parte, esa repetición de imágenes hace aún más evidente el uso que desde el montaje le da cada director al material y revela sus posiciones estéticas y éticas frente a los pacientes sobre los cuales desarrollaron su trabajo.

Se trata pues, de nueve miradas diferentes al hecho de ser Paciente, no desde la distancia teórica y retórica, sino desde la experiencia particular de un ser humano. Pareciera que el reto más grande al que se enfrentaron los directores en esta serie fue a aproximarse a los testimonios de estas nueve personas, a su dolor (físico y emocional) y a su mirada. Todos lo hacen de maneras distintas, algunos de formas más oblicuas que otros, pero casi siempre teniendo como objetivo devolverles su condición de humanos a estas personas que narran un momento crítico de su vida y su paso a través de un sistema de salud que, justamente, los ha deshumanizado. En esa medida estos nueve cortometrajes, más allá de las fuertes denuncias que susurran y gritan sobre el sistema de salud colombiano, conforman un gesto reivindicativo: mirar con humanidad a quien se había vuelto invisible.


A continuación se presentan breves reseñas de cinco de los cortometrajes:

Cuantas veces sea necesario, Dir.: Manuel Ruiz Montealegre y Héctor Ulloque

Tal vez el cortometraje más diferente de los nueve, marcado por dos decisiones que lo desmarcan por completo: hace uso de un registro audiovisual completamente inédito, distanciándose así de la mirada de Caballero, y la ubicación en su centro de la madre de uno de los directores, Teresa Montealegre. Este documental es el retrato observacional de esta mujer sobreviviente de dos cánceres, marcado de principio a fin por el amor y la admiración de un hijo. El espacio ya no es lo clínico, pues el sistema de salud esta relegado al fuera de cuadro; solo vemos a una mujer arreglando un jardín, cuidándolo, oímos su voz, vemos fotos de su juventud, poco más. Y sin embargo entre todos los documentales es el que indaga en las cosas más grandes, Teresa se pregunta: ¿No es la salud un asunto trasversal a todos los ámbitos de la vida social? ¿No son la violencia, la pobreza y la desigualdad enfermedades por derecho propio? ¿Cómo se puede estar sano en una sociedad enferma? Teresa, hasta cierto punto indiferente a la muerte, revela algo inimaginable para el sistema de salud actual: las almas también se enferman, y no hacemos nada para tratar de curarlas.

Y no está en mí, Dir.: Oscar Campo

Este cortometraje está armado alrededor del que tal vez es el más impactante testimonio de aquellos que recopilo Caballero: tanto por la potente oralidad del personaje, como por la visceralidad con la que describe la manera en que le sacaron un tumor de la rodilla sin anestesia alguna. Y sin embargo, en su decisión de acompañar el sonido del testimonio únicamente con fragmentos de su largometraje de ficción Yo soy otro (2002), Oscar Campo decide reemplazar el rostro de su paciente y diluir su identidad, reemplazándolo por un conjunto de imágenes que tratan de imponerse infructuosamente sobre el testimonio. 

Sin duda alguna Campo trata de armar un discurso acerca de la enfermedad como mal social, pero lo hace a costa de su paciente, imponiéndole unas imágenes que por su construcción evidentemente ficcional parecen más recicladas que reutilizadas y que no le hacen justicia al testimonio y el dolor que las acompañan. 

Protocolo, Dir.: Patricia Ayala

Una llamada revela la naturaleza Kafkiana del sistema de salud colombiano. Continuando el escrutinio hacia las instituciones y su relación con los seres humanos que desarrollo en Un asunto de tierras (2015), Patricia Ayala realiza en este caso un ejercicio sencillo de observación: vemos como una mujer trata de programar una cita médica urgente a través del teléfono y su impotencia al no conseguirlo. Hasta ahí el cortometraje de Ayala parecería quedarse en la simple enunciación del problema institucional de la salud en Colombia, sin embargo, cuando el personaje habla a la cámara después de realizar la llamada, confiesa algo que parecería estar olvidado en los otros cortos: al otro lado de la línea hay también un ser humano, una persona que está en efecto imposibilitada, porque así está construida la institución, para ayudar a los pacientes. Se revela entonces otra humanidad impotente ante los protocolos de esas instituciones deshumanizadas.



Daris, Dir.: Ana María Salas

El gesto transversal a toda la obra de Ana María Salas es el de la autorepresentación, cada vez más sofisticada, pero siempre presente, aun cuando se habla del otro. Salas presenta el testimonio en cámara de Daris, una mujer sobreviviente de un cáncer de ovario y víctima de la violencia obstétrica y la negligencia médica. Se trata de una mujer joven, locuaz, que ha reflexionado sobre aquello a lo que ha sido sometido su cuerpo. “El sistema de salud colombiano es humillante”, concluye lapidaria. Su testimonio por sí solo es poderosísimo, y gran parte del cortometraje de Salas se limita a reproducirlo, podría no haber hecho más. La directora opta, sin embargo, por ir más allá, por interpelar desde sus propias experiencias a su personaje, transformando en dialogo lo que antes era monologo. Al hacer esto, Salas literal y figurativamente superpone su historia con la de Daris, resquebrajando de este modo el punto de vista: la Paciente deja de ser una otra extraña, un cuerpo ajeno, y se transforma en una primera persona, en un lugar de enunciación ineludible.

Dulce Carito, Dir.: Luisa Sossa

En este cortometraje la directora usa principalmente dos recursos audiovisuales para mostrar a una mujer joven que lucha día tras día con una enfermedad motriz que afecta su capacidad de ser funcional: la entrevista y las fotografías fijas. Este último recurso es especialmente diciente, pues para retratar a una mujer que trata de autodefinirse por encima de una enfermedad que la condena a temblar, Sossa decide sustraer el movimiento. A través de la imagen fija, a veces barrida, a veces nítida, Sossa muestra a Carito, su personaje, construyendo una identidad que no logra reconciliarse con la enfermedad y la discapacidad que le impone el sistema de salud. La belleza de esas fotografías y su cualidad íntima obligan al espectador a acercarse al personaje y a cuestionarse: ¿qué significa ser funcional? ¿qué implica tener una enfermedad de este tipo? ¿qué lugar impone el sistema de salud a estas personas? Dulce Carito es un cortometraje sumamente conmovedor que apuesta por una mirada llena de respeto y admiración absolutamente coherente con su personaje y su lucha por hacer respetar su dignidad.


Tráiler del largometraje documental que acompaña a la instalación y que se estrenó en el FICCI 56:

1 comentario:

  1. De acuerdo con la crítica que se hace al corto de Óscar Campo, es el que menos funciona de los nueve. No había visto antes nada de Ana María Salas pero quedé con la intriga de ver más. Supo hacer personal la historia sin irrespetar a su personaje.

    Aquí está mi reseña del largometraje PACIENTE con algunas menciones a otros de los cortos: https://filmicas.com/2016/04/17/paciente-2015-resena/

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