sábado, 18 de julio de 2015

La dialéctica de El hombre nuevo (IndieBo2015)

Por Camilo Villamizar Plazas

El documental El hombre nuevo del uruguayo Aldo Garay está lleno de binomios: antípodas de todo tipo que, lejos de convertirse en pares antagónicos o maniqueos, enriquecen el retrato profundo que Garay hace de un ser humano. Esto genera que el espectador al terminar de ver la película sienta que, si bien el personaje aparentemente termina en el mismo punto en el que inició, realmente está en una transformación constante. Stephanía, una travesti nicaragüense que vive en Montevideo, es un otro que se encuentra en una transición que abarca mucho más que los géneros masculino y femenino. 


Dichos binomios aparecen poco a poco en el relato. El director, que ha estructurado la película en dos partes perfectamente diferenciadas, se cuida de no revelar desde un inicio quién es ella en toda su dimensión. Esto permite que el documental nunca deje de ser interesante y que presente al espectador la sensación de que siempre hay una pieza del mosaico de Stephanía que falta por descubrir. Se trata, a nivel narrativo, de una película de viaje, en la cual acompañamos a la protagonista en el descubrimiento de su pasado.

El hombre nuevo relata el viaje de Stephanía a su natal Nicaragua y el reencuentro con su familia; sin embargo, logra mucho más que eso. A través de un uso reflexivo del material de archivo (siempre es un personaje quien ve el material, nunca solamente el espectador), de un conjunto de interacciones entre el personaje principal y las personas que la circundan, y de unas entrevistas que nunca se usan más que para enunciar aquello que por fuerza del paso del tiempo no se puede mostrar, la película es un retrato complejo de una mujer compleja, un ser humano que se encuentra en una contante revolución individual, en una transformación. 

La primera pareja de conceptos en tensión en la película es la más obvia. Lo femenino y lo masculino son dos ideas que rondan al personaje durante toda la película y es alrededor de éstos que en últimas gira el conflicto principal. Stephanía constantemente reclama a la sociedad el derecho a que la reconozcan como mujer, a ser llamada por el pronombre de su elección: ella. Sin embargo, lo masculino no desaparece nunca; muchos personajes, incluso quienes parecieran aceptarla, la llaman Roberto (su nombre de nacimiento), él o eso, y procuran usar el sujeto tácito a la hora de referirse a ella. A medida que el filme progresa es inevitable ver cómo, si bien el reclamo de Stephanía es totalmente legítimo, la masculinidad será siempre, a la fuerza, una parte inexpugnable de su vida, un pasado que se transformó pero es ineludible. 


Es allí donde la película revela su segundo conjunto de ideas complementarias: el pasado y el presente, encarnadas además en un tercero: Nicaragua y Uruguay. La historia de Stephanía es la historia de una niñez truncada por una revolución, de una persona que, como ella misma dice, tuvo que asumir a los 12 años responsabilidades que nadie más debería asumir a esa edad. Dos escenas en particular revelan las repercusiones del pasado en la vida de la protagonista. En la primera se puede ver cómo ella confronta directamente el recuerdo de una juventud en medio de una revolución social: un niño de 7 años alfabetizando personas entre 17 y 70, y que, sin embargo, ha tenido que afrontar toda su vida la ausencia de su propia familia. La segunda es la confesión de un abuso sexual a muy temprana edad, del cual ella niega rotundamente (casi como si la estuvieran acusando) que sea el origen de su orientación sexual e identidad de género.

El título del documental no es de ningún modo meramente circunstancial. El papel de Stephanía en su niñez en la revolución sandinista, su relación con la educación y la alfabetización en el pasado, y sobre todo su lucha por ser reconocida como mujer, siempre llena de amor incluso hacia quienes no la aceptan, no son incompatibles con la idea de hombre nuevo expuestas en el pensamiento político del Ernesto “el Che” Guevara. La idea de un hombre que lucha día a día por un cambio social y enseña a los otros a transformarse también en hombres nuevos. Las ideas del hombre nuevo guevarista no se presentan de manera textual en la película, por supuesto; la lucha de Stephanía es, en ultimas, supremamente personal (mas nunca desconectada del contexto social). 

La identidad que la película construye de ella, oscila a lo largo de toda su duración entre esos extremos que ya se mencionaron: hombre/mujer, pasado/presente, Nicaragua/Uruguay. Stephanía va de uno a otro en un tránsito permanente. Esa búsqueda dialéctica de la identidad de su personaje y el esfuerzo constante que los realizadores hacen por escapar a los lugares comunes, las adjetivaciones fáciles o las definiciones monolíticas, hacen de El hombre nuevo un documental de personaje profundo y relevante. Es una película que merece ser vista tanto por lo innatamente interesante de su personaje como por la manera en que ese interés no se conforma con ser un foco de entretenimiento, sino que busca suscitar una reflexión acerca del concepto mismo de identidad. 


La película se está presentando actualmente dentro de la sección Encuentros del Festival IndieBo 2015.

Trailer de la película:

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